domingo, 14 de septiembre de 2014

RAPA NUI


Visitar Isla de Pascua sin expectativas es vital…incluso sin haber estudiado mucho de la cultura, los significados, es como entrar desnudo a una cultura que no se aprender de ninguna otra manera que no sea escuchando de las bocas de su gente…y no de cualquier gente, sino de aquellos que miran con cara de pocos amigos, que se acercan a preguntar que haces es “sus tierras”y que cuando tu logras explicar que has venido a aprender y a compartir algo de tu historia también…las energías se transforman y se tornan acogedoras, brutalmente acogedoras, con empujones y voces rudas que te explican no son retos sino que la fuerza de un guerrero…

Porque si se revisa la historia de Rapa nui es eso. Guerreros entre ellos y hacia la periferia, un ombligo que se defiende con gritos, plumas y torsos bien mostrados que nada tienen de chilenos…que el aporte del conti durante la semana que estuvimos fue nuestro pequeño taller y la elección de Miss Rapa Nui, con Marlen Olivarí pululando por la Isla…triste.

Triste porque la dirección debería ser la contraria. Resulta extraño estar en tu tierra (suponiendo la soberanía chilena en la isla, lo que queda muy claro el día 9 de septiembre que recuerda ese acontecimiento y que en la plaza de la isla habían 3 personas y dos banderas,,,seria todo.
Y me refiero a una dirección contraria porque hace bien sentirse extraños de culturas de las que tenemos que aprender. Me da nostalgia ver como los rapanui se apoderan de sus tierras y costumbres, entonces debes hacer un esfuerzo para comprender, nunca para el sincretismo sino que para el respeto.

Entonces pienso en los mapuches en Santiago, en los aimaras en plaza de armas, disfrazados de urbanos continentales capitalistas y productivos…y me da lata. Quisiera ver un Santiago con plumas, telares mapuches, tambores nortinos y olor a comida peruana.

Siento que no me gusta el mestizaje. No en relación a la genética o al amor sino a la negación de una cultura por sobre otra. Ese poder hegemónico de la corbata por sobre el collar de plumas. Ese dogma de la iglesia católica por sobre la pachamama. Pero dialogando con Pedro él me hace notar que seguimos atrapados en un poder sobre el otro…en dos bandos, el rapanui o el conti, el mapuche o el citadino… en dualidad. Veo a Santiago y su cultura que por definición es la negación de la esencia…y avanza como una nube negra comiéndose las tierras de los pueblos originarios, las costumbres populares de los barrios, los espacios de la calle, lo que no es “bueno, bonito y elegante (lo barato es de rotos).  No tengo resuelta en mi mente esta disociación. La no dualidad que permita el respeto de las diferencias, de los rasgos, de las culturas….no lo se.

Pero en la isla el mundo es al revés. Los jóvenes andan a caballo o en moto. Y te duele la guata que no use casco ni el chofer ni su mujer atrás ni el niñito que va parado al frente.  El atún es una delicia pagable pero el papel higiénico es tesoro. Los taxis son una especie de vergüenza cuando tus pies te llevan de verdad a todos lados…están hechos para los sedentarios continentales que nos da el asma a las dos cuadras de tanto aire puro y vegetación grosera.

Amé las flores en los cabellos largos..hubiera querido usar una pero me sentí no digna de merecer. Y me pregunto como se ganan ese merecimiento los muchos contis que viven en la isla. Como la gente que trabaja en rehabilitación y que conocimos a propósito del trabajo que nos llevó a esta extraña isla.

El conceptos de discapacidad los une en su labor. Pero me da la sensación que los desunen  los discapacitados. Porque ellos, los kaharaia (que significa na’que hacer) son sujetos que viven en una comunidad que no los mira siquiera. Desde nuestros paradigmas nos asombra el individualismo y que en un lugar tan pequeño existan tantas agrupaciones de 15 personas (número mínimo para tener personalidad jurídica)  como sea posible. Individualismo, esa es la definición que le damos.
Los rehabilitadores del conti nos cuentan de visitas domiciliarias en donde las personas han “abandonado “a sus familiares enfermos y nadie les dice nada…no hay vergüenza de aquello en la isla. Las rehabilitadoras isleñas nos dicen que es complejo visitar a alguien que siempre es familiar tuyo (todos son tíos, primos, hermanos).

Pero este individualismos no es desde el capitalismo. NO lo impulsa la pérdida de tiempo que implica cuidar a un enfermo y perder mis años de productividad y control del poder. Es un confiar en que el otro puede solo, como todos lo han logrado. El alcalde de la isla nos nombra a todas las personas con discapacidad que trabajan con el en su municipio (8 personas, mas que cualquiera municipalidad que haya conocido y con un número mucho mayor de personas con discapacidad en su territorio), pero a él le parece obvio, le parece que ni siquiera debe identificarse, porque es así, es Kaharaia (ná que hacer) y por lo tanto vivir…

El hospital es una gran institución.  Es un elefante blanco ( y por cierto nuevo y bello) que concentra las energías y recursos del mundo sanitario. El pueblo se moviliza hacia él para solicitar mucho mas que una atención clínica. Ahí está la asistente social que es también concejala, ahí están sus familiares y están los seguros sociales. Y ahora está el equipo de rehabilitación comunitaria. Bien metido dentro del hospital.

Y dentro del elefante atienden a personas hospitalizadas, evalúan,  hacen informes y se los digiere ese inmenso estómago.  La gente no parece molestarse, es lo que debe pasar.

NO se ve comunidad desde la definición nuestra. NO se ven agrupaciones apoyándose colectivamente. Se ven personas, un solo cuerpo que se moviliza junto a muchos otros para ir en ayuda de una persona que requiere fondos (en los 4 días que estuvimos trabajando, hubo dos eventos a beneficio, con mucha asistencia), es la persona mas otra persona que llena el gimnasio del colegio para ver bailar a su hijo o hija, o a  su sobrino que es hijo de la mujer del lado. Porque todos son familia, porque todos son uno finalmente.

Al finalizar nuestra estadía las líderes de una bella agrupación y nuestra coordinadora nos despidieron en el aeropuerto con muchos collares de conchitas, un rito para que volvamos, un momento de agradecimiento. Ellas ni se imaginan lo importante que fue eso para nosotros…fue un permiso para amar, para encontrarse, para seguir pensando en conjunto.

Me quedo colmada de incertidumbre. Ir a Rapa Nui es como ir a una tierra fuera del espacio, extraña e incomprensible. Y los Moai miran hacia adentro, hacia su pueblo, siempre hacia su pueblo, para que los antepasados después de muertos sigan entregando su sabiduría a su gente y a nadie mas.


Dani        




1 comentario:

Enrique Henny dijo...


Me gustan las reflexiones en voz alta de Dani. Al mismo tiempo su lectura me produjo apretura en el pecho. No se cual es el motivo.
Sorprendente la REdefinición de com-unidad (con unidad?; co-unos? que genera Dani al escribir "NO se ve comunidad desde la definición nuestra. NO se ven agrupaciones apoyándose colectivamente. Se ven personas, un solo cuerpo que se moviliza junto a muchos otros para..."
Aunque no señala cual es su definición de comunidad, adivino que tiene ese componente formal de estructura permantente con reuniones, dirigentes, listas y papeles. Yo pienso que estamos ahogados en ellas, que creemos que son comunidades porque tienen formalidades, pero la verdad la parte de ella que sobrevive es basicamente que está compuesta por "personas, un solo cuerpo que se moviliza junto a muchos otros". ¿no es habitual ver "comunidades" que en lo formal tienen cincuenta integrantes, y al conocerlas de cerca son unos pocos que se movilizan?
Me gustaría que tuviésemos más participación en estos medios. ¡gracias Dani! ¡gracias Pedro!