Cada palabra que pronunció olvida su sentido, al caminar
entre las lágrimas de María, son sus sollozos los que perdiéndose en el viento que sopla sobre el prado,
galopa entre nuestras cabelleras que flotan.
La mujer que pierde el alma, es llevada por el torrente que la
arrastra, empujándola como tronco caído, por el río desolado de los que caminan
sin destino. Camina entre espíritus que mueren, como notas que se desvanecen en
el vacío del dolor, de la tristeza, siendo la tinta que mancha el papel para dibujar
la nota, la que nos recuerda su tono único que no volverá y se torna en un
recuerdo doloroso, para por un instante disipar
la bruma, deteniendo el tiempo que no ha de volver.


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