"Despierta, despierta es tarde” impulso inicial que viene con la luz de la mañana;
donde la conciencia del nuevo día, llena
la memoria con imágenes que se superponen a los difusos recuerdos de lo soñado,
y comienza la secuencia circular de nuevas imágenes, que vienen a oscurecer
nuestros recuerdos. Y de este modo la premura del vivir va ocupando el espacio
de lo vivido o lo soñado.
En una pequeña isla que quiso ser independiente, quedaron
aislados un puñado de valientes, con el paso del tiempo, comenzó a escasear los
alimentos, por lo debieron aprender a
alimentarse de la naturaleza, adaptarse a una nueva vida. Los más grandes,
rápidos y sagaces como zorros desarrollaron una gran agilidad para alcanzar los
alimentos y poca memoria olvidando los desaciertos. Los más pequeños, lerdos y
pensativos, economizaron energías, desarrollando gran memoria, aumentando sus
aciertos.
Los grandes y pequeños convivían en armonía unos cavilando,
pensando como diseñar el camino a seguir
y los otros ingenuos, rápidos construían este camino. Grandes y pequeños, pequeños y
grandes eran uno, no había claridad donde terminaban unos y donde comenzaban
otros, su secreto estaba en que los unos se preocupaban de los otros y los
otros de los unos, en un fluir constante.
Una tarde tropical, en la playa de arenas amarillas
distinguieron a lo lejos el resplandor de una botella de vidrio sobre la cual
rebotaban los rayos de sol, en su interior herméticamente cerrado había un
pedazo de papel que contenía un poema de amor:
los grandotes ágiles fueron los primeros en llegar a su
encuentro, abriendo este valioso tesoro, que leyeron ansiosamente:
“Tú eres la nube crepuscular del cielo de mis fantasías.
Tu color y tu forma son los del anhelo de mi amor.
Eres mía, eres mía, y vives en mis sueños infinitos.
Tienes los pies sonrojados del resplandor ansioso de mi
corazón,
¡segadora de mis cantos vespertinos!
Tus labios agridulces saben a mi vino de dolor. Eres mía,
eres mía, y vives en mis sueños solitarios.
Mi pasión sombría ha oscurecido tus ojos,
¡cazadora del fondo de mi mirada! En la red de mi música
te tengo presa, amor mío. Eres mía, eres mía,
y vives en mis sueños inmortales.”
Tagore
y lo olvidaron, dejándolo a un lado volvieron a lo suyo, al
poco tiempo no encontraron los pequeños que comenzaron a reflexionar aquellas
extrañas palabras que llamaban a poseer, a amar, a atrapar momentos y
transformarlos en sueños inmortales, extrañas palabras de egoísmo sin igual que
pretendía detener el fluir de las cosas. Aún continúan asombrados, y de vez en
cuando recuerdan aquellas palabras que
les evocan emociones, que no parecen
atraparlos, porque son los minutos únicos
diferente que luego se pierden, lo que
los seducen .
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