El sólo pronunciar la palabra complica "muerte", "muerte", "muerte" nada bueno evoca, nos trae la conciencia dolor, la pérdida de seres queridos, días con recuerdo confuso, llenos de imágenes fuertes, recuerdos: "el fuego de las velas al lado del ataúd brillante" o "el canto de mi hija cumpliendo una promesa", todos recuerdos dolorosos, llenos de emociones intensas, en que la "muerte" nos da vida, pero no hablamos de ello, porque negamos hecho de que morir es parte del vivir.
Como abordarlo si lo negamos, a modo de ejemplo registramos cada momento de nuestras vidas en fotografías, vídeos cualquier herramienta que nos permita detener el tiempo, así cuando nacemos, nos casamos, viajamos, o estamos de cumpleaños registramos lo atesoramos, sin embargo no tengo fotografías del funeral de mi padre, de mis abuelos ni ningún otro ser querido. Claro está los funerales no son momento para recordar, la tristeza no se comparte, está asociada a la putrefacción, al mal olor, al dolor del cual arrancamos, en una continua lucha por recobrar la energía perdida y traer de vuelta la felicidad. Mientras tanto la muerte suele lentamente, poco a poco embargarnos, nos vamos apagando con los años, con la enfermedad, nos separando de nuestros compañeros de ruta algunos antes y otros después, probablemente nuestra pareja y nuestros hijos sean lo que nos despidan cuando nos fundamos en la conciencia colectiva. Nos cuesta entender que quizás nunca nacimos, nunca vivimos, y nunca moriremos porque somos y seremos sólo un grano de arena, y este sea el duelo no enfrentan la muerte sino soltarnos de las ataduras que nos impone intentar mantener el imperio de la felicidad.
Como abordarlo si lo negamos, a modo de ejemplo registramos cada momento de nuestras vidas en fotografías, vídeos cualquier herramienta que nos permita detener el tiempo, así cuando nacemos, nos casamos, viajamos, o estamos de cumpleaños registramos lo atesoramos, sin embargo no tengo fotografías del funeral de mi padre, de mis abuelos ni ningún otro ser querido. Claro está los funerales no son momento para recordar, la tristeza no se comparte, está asociada a la putrefacción, al mal olor, al dolor del cual arrancamos, en una continua lucha por recobrar la energía perdida y traer de vuelta la felicidad. Mientras tanto la muerte suele lentamente, poco a poco embargarnos, nos vamos apagando con los años, con la enfermedad, nos separando de nuestros compañeros de ruta algunos antes y otros después, probablemente nuestra pareja y nuestros hijos sean lo que nos despidan cuando nos fundamos en la conciencia colectiva. Nos cuesta entender que quizás nunca nacimos, nunca vivimos, y nunca moriremos porque somos y seremos sólo un grano de arena, y este sea el duelo no enfrentan la muerte sino soltarnos de las ataduras que nos impone intentar mantener el imperio de la felicidad.