Sombría
oscuridad que llenaba de luto, la humedad de los olores, orina, sudor y frazadas
que cubrían el suelo de los sin techo.
El ruido
del murmullo de los que esperan, pequeños, morenos, angustiados, atesorando los
últimos momentos del dolor, la inconsciencia o quizás la palabra confusa.
Se
transforma en la última posesión que les
queda del ser querido, tras esa puerta blindada por la indiferencia, y flanqueada
por la soberbia de un mandato superior que cayó del cielo, que no pasen sino
los elegidos.
Que no pase
la brisa de los murmullos que recorren los pasillos, cada vez que el tuerto malhecho la abre y
cierra, carcelero impávido a los gritos de angustia de los que merodean la cueva
que se tragó a su ser querido.
Recordando
el momento que se abrió esa puerta luminosa llena de color verde por la
esperanza de un retorno.
Debemos nacer
y morir no podemos elegir, ¿Cómo vivir
podremos elegir?