domingo, 6 de abril de 2014

La Torre (una vivencia desde fuera de un servicio de urgencia)

Sombría oscuridad que llenaba de luto, la humedad de los olores, orina, sudor y frazadas que cubrían el suelo de los sin techo.
El ruido del murmullo de los que esperan, pequeños, morenos, angustiados, atesorando los últimos momentos del dolor, la inconsciencia o quizás la palabra confusa.
Se transforma en la última posesión  que les queda del ser querido, tras esa puerta blindada por la indiferencia, y flanqueada por la soberbia de un mandato superior que cayó del cielo, que no pasen sino los elegidos.
Que no pase la brisa de los murmullos que recorren los pasillos,  cada vez que el tuerto malhecho la abre y cierra, carcelero impávido a los gritos de angustia de los que merodean la cueva que se tragó a su ser querido.
Recordando el momento que se abrió esa puerta luminosa llena de color verde por la esperanza de un retorno.

Debemos nacer y morir no podemos elegir,  ¿Cómo vivir podremos elegir?